1. Durante estos días se ha discutido, en distintas formas, la
situación al interior del Partido Acción Nacional y su perspectiva para el
futuro en la política mexicana.
Recordemos que el PAN, como cualquier otro partido, es una
organización que compite por el poder, tal y como sucede en todas las
democracias actuales, y por tal motivo cuando enfrentan derrotas electorales se
cimbra toda la estructura buscando explicaciones y soluciones. Cosa muy
contraria cuando se gana, embriagados por el éxito difícilmente se reconocerán
errores y mucho menos se buscarán grandes cambios.
El partido blanquiazul después de 12 años en la presidencia pasó
a ocupar el tercer lugar en las preferencias electorales generando una ola de
desasosiego entre sus dirigentes y militantes por tratar de entender por qué no
habían conseguido el respaldo del electorado.
2. Explicaciones hay varias: el desempeño de la candidata, los
errores de la campaña electoral, el abandono del Calderón y del partido a la
misma campaña, la división interna, la evaluación de la población a las
administraciones panistas, las declaraciones del expresidente Fox, el problema
de la inseguridad, los problemas económicos, etc. De esta manera, al momento de
buscar una explicación y del nuevo rumbo que debe tomar el partido, diversos
analistas concluyen que el PAN atraviesa por una crisis interna.
Una crisis que no debe de extrañarnos porque lo mismo sucede en
otras democracias. Por lo general, después de una derrota electoral el líder del
partido o el candidato principal renuncia para dar paso a los nuevos liderazgos
y propuestas que le permitan al partido regresar a la competencia electoral en
las próximas elecciones. En todas las democracias más o menos consolidadas
sucede algo semejante.
Por esa razón, dicha crisis es también una oportunidad para
llevar a cabo los cambios necesarios en todos los órdenes para volver a la
competencia electoral. Esta oportunidad redunda en beneficio de la misma
sociedad porque los cambios tendrán que ser acordes a sus demandas y
transformaciones. En otras palabras, tendrán que vincularse más con la
sociedad.
3. Pero no perdamos de vista que hemos dicho que un partido
político es una organización; por esa razón, los cambios vendrán por el lado de
saber quién se mantiene con el control del partido.
En estos momentos se implementan las estrategias de los
diferentes grupos al interior del partido para dirigirlo y desde ahí implementar
los cambios necesarios. Algunos panistas han hablado de refundación y otros de
renovación moral; todo depende del grupo al que se pertenezca.
Por esa razón, Felipe Calderón llamó a adelantar la reunión de
la Asamblea Nacional para antes del 1º de diciembre pero el presidente del
partido lo atajó considerando que no era lo mejor. Se identifican dos grandes
grupos: el primero encabezado por el mismo presidente Calderón y secundado por
los exdirigentes Cesar Nava, Germán Martínez, Felipe Bravo Mena y Luis H.
Álvarez. El otro grupo, se ha aglutinado entorno al dirigente nacional Gustavo
Madero como contrapeso a los calderonistas.
Por lo pronto, el grupo del presidente Calderón se muestra como el
más dominante al ocupar gran parte de las diputaciones y senadurías
plurinominales, así como importantes espacios en el Consejo Nacional y la
Comisión de Evaluación y Mejora del partido.
4. Lo paradójico de esta situación es que no aparecen nuevos
liderazgos sino que estamos hablando de los mismos de hace varios años. El
presidente Calderón ya demostró que no está en sus planes dejar la política e
intentará conducir la transformación del partido.
Con esto no se puede descalificar a priori los cambios del
partido con vista a las próximas elecciones pero si deja dudas sobre la
capacidad de renovación, nuevas ideas y de formación de cuadros.
En los próximos sabremos si realmente fue una oportunidad para
mejorar o fue una crisis que tardarán en superar.